Franz estará comentando desde Madrid su exitosa novela durante la actividad denominada «El juez como personaje literario” que se realizará hoy miércoles en la sede del Excongreso Nacional de Santiago
El destacado escritor Carlos Franz será este miércoles uno de los expositores de en la ceremonia de cierre de los ciclos sobre literatura y sistema de justicia de la Corte Suprema, donde compartirá tribuna con Alfredo Jocelyn Holt y la filósofa Cecilia García-Huidobro.
A través de un contacto remoto desde España, Franz anticipa algunas reflexiones que compartirá durante el evento organizado por la Comisión de Lenguaje Claro del Poder Judicial que preside la ministra Ángela Vivanco.
Según adelantó, su presentación de hoy estará basada en la relación entre tragedia y justicia, un vínculo inquietante que se presenta con fuerza en El desierto, una novela de imaginación e invención basada en algunos hechos reales.
“No es una novela histórica ni documental, más que nada, El desierto se basa en una reflexión filosófica, de alcances más universales que locales, sobre los acontecimientos políticos extremos que vivió Chile durante la dictadura militar”.
En esa línea referencial, Carlos Franz asegura que leyó a filósofos como Nietzsche, a dramaturgos clásicos como Esquilo, a escritores contemporáneos como Primo Levi y a muchos otros.
“Para la escritura de mi novela, estas obras literarias y filosóficas, unidas a mi propia memoria de esos años, fueron más importantes que la historia política verdadera de aquel tiempo”, afirma.
Sobre la forma en que se exploran los conceptos de tragedia y justicia en esta narrativa, señala que una dictadura pone en tensión máxima las nociones de justicia y poder o fuerza.
Agrega que en una tiranía este último elemento, el poder de coacción, que es central para la eficacia de la ley y la administración de justicia, se divorcia de su objetivo.
“Como se dice en la novela, el efecto es una sociedad donde sólo hay ley y ha desaparecido la justicia”.
A lo largo de la novela, se presentan diferentes visiones de la justicia. ¿Cómo cree que estas perspectivas se relacionan con la idea de tragedia en la historia?
Con El desierto intenté escribir una tragedia contemporánea. Mientras la escribía tuve muy presente el ensayo de George Steiner, La muerte de la tragedia, que postula la imposibilidad moderna de escribir una obra de ese género.
Según Steiner nuestra racionalidad moderna, formada en la tradición judeocristiana, nos impediría crear hoy verdaderas tragedias como aquellas de la tradición griega. Nuestra razón rechazaría la existencia de un mal absoluto, irresponsable, inexplicable e impune, originado en eso que en mi novela aparece como “necesidad” o Ananké. Mi ambición fue desafiar esa imposibilidad decretada por Steiner tanto en el plano filosófico como estético.
Los personajes de la novela se enfrentan a situaciones trágicas y luchan por encontrar justicia en un sistema corrupto. ¿Qué aspectos de su historia le parece que representan mejor la lucha entre la tragedia y la justicia?
La relación trágica entre justicia y poder se encarna en los dos personajes principales: la protagonista, Laura, y su antagonista, el mayor Cáceres. Allí es donde asoma ese mal absoluto cuya representación y aceptación por parte de los autores y del público resulta, según Steiner, virtualmente imposible hoy en día. Nuestro sentido de la justicia nos impediría darle complejidad y dignidad estética a un abuso tan bestial como el que comete Cáceres con Laura. Ella misma intentará luego reflexionar filosóficamente sobre su paradójica experiencia con la esperanza de explicarla. Pero no lo logra. Sabe que en su actitud de “entrega” hubo masoquismo, culpabilidad, deseos de ser castigada por el privilegio de seguir viva cuando los demás morían, Síndrome de Estocolmo y, desde luego, también hubo una estrategia para seguir viva y quizás salvar algunas vidas ajenas. Sin embargo, Laura es demasiado honesta y valiente como para quedarse sólo con esos motivos para su actitud. Ella intuye que todas esas explicaciones son insuficientes.
«El desierto» también explora la idea de la culpa y la responsabilidad individual en el contexto de la tragedia y la justicia. ¿Cómo aborda estos temas en la novela y cuál cree que es su relevancia en la historia?
El desierto explora una dimensión más vasta que la culpa individual, se interna en una posible culpa colectiva. Este es un tema muy espinoso. Para explorarlo situé la novela en un escenario acotado, la ciudad imaginaria de Pampa Hundida, un pueblo pequeño en un oasis en medio del desierto de Atacama. Después del golpe de Estado los militares instalan un campamento de prisioneros políticos a corta distancia de ese oasis próspero y pacífico y dentro de la jurisdicción de Laura, la jueza protagonista del libro. Esa proximidad haría inevitable que los habitantes supieran de las violaciones a los derechos humanos mientras ocurrían. Los “diez justos” del pueblo que asedian a Laura representan las diferentes estrategias para evadir esa culpabilidad colectiva.
¿Cuál es el mensaje que quiere transmitir a los lectores sobre la tragedia y la justicia a través de El desierto?
Los novelistas sólo expresamos los dramas en formas más intensas, más complejas y, ojalá, más sutiles. Ernest Hemingway dijo una vez que los novelistas no entregan mensajes, que para eso están los carteros. Concuerdo plenamente con Hemingway.
¿Cuáles fueron los mayores desafíos que enfrentó al escribir sobre estos temas y cómo los superó?
Lo más difícil fue evitar caer en la novela de denuncia. En cambio, quise presentar las ambigüedades morales y sicológicas que los personajes descubren en sí mismos cuando son sometidos a tensiones extremas. Incluso la propia Pampa Hundida, que además es una ciudad santuario a la que cada año acuden miles de peregrinos para celebrar una fiesta religiosa popular, descubre que la “santidad” de su culto mariano esconde un reverso demoniaco.