El tenista chileno Nicolás Jarry confirmó a través de sus redes sociales que su reciente alejamiento de las canchas se debe a una neuritis vestibular, corrigiendo informes iniciales que mencionaban el síndrome de Meniere. Ambas condiciones son síndromes de vértigo que pueden ser incapacitantes y provocar caídas, afectando significativamente la calidad de vida y el rendimiento deportivo.
La neuritis vestibular se caracteriza por crisis vertiginosas de inicio abrupto, acompañadas de mareos, náuseas y vómitos, y pueden durar al menos 24 horas. La vista también puede verse afectada debido al nistagmo, un movimiento ocular que dificulta fijar la mirada. Una vez cesa la crisis, el desequilibrio puede persistir, afectando las actividades cotidianas y deportivas debido a la intolerancia al movimiento de la cabeza. Este cuadro clínico se asocia a infecciones virales del nervio vestibular, que conecta el oído interno con el sistema vestibular central.
Por otro lado, el síndrome de Meniere provoca crisis de vértigo que duran de minutos a horas, acompañadas de síntomas auditivos como hipoacusia sensorioneural, tinnitus y sensación de presión en el oído, que pueden fluctuar en intensidad. Este síndrome está relacionado con un aumento de presión del líquido en los conductos del oído interno.
“Es importante destacar que, para un tenista profesional como Nicolás Jarry, esta condición puede tener repercusiones significativas en su capacidad para jugar y competir al más alto nivel, por lo que el tratamiento es esencial”, indica Jorge Valdés, director del Diplomado en Neurorehabilitación Fonoaudiológica en Adultos de la Universidad San Sebastián. Agrega que el equilibrio es fundamental en el tenis, ya que los jugadores necesitan moverse rápidamente y cambiar de dirección con frecuencia. La pérdida de equilibrio puede afectar la agilidad y la capacidad para ejecutar movimientos precisos.
El académico recalca que la incertidumbre sobre cuándo podrían ocurrir los episodios de vértigo puede generar ansiedad y estrés, lo que también puede impactar negativamente el rendimiento. Los episodios de vértigo pueden ser muy limitantes, haciendo que sea casi imposible jugar durante los ataques. Incluso cuando los síntomas no son severos, la sensación de inestabilidad puede disminuir la confianza y el rendimiento en la cancha.
Tratamiento: Rehabilitación vestibular
El tratamiento inicial para ambas condiciones se enfoca en aliviar los síntomas vertiginosos, las náuseas y los vómitos. Posteriormente, el tratamiento se dirige a la causa subyacente. En el caso del síndrome de Meniere, se pueden reducir la frecuencia e intensidad de las crisis con modificaciones en la dieta, como la reducción del consumo de sal y café.
Un componente esencial del tratamiento es la rehabilitación vestibular, una terapia dirigida por un fonoaudiólogo. Esta terapia incluye un plan de ejercicios progresivos que utilizan la plasticidad del sistema nervioso central para mejorar la estabilidad del cuerpo y recuperar el equilibrio, tanto en reposo como en movimiento. Los ejercicios pueden incluir movimientos oculares, movimientos de cabeza y marcha en diversas superficies, y están diseñados para llevar el equilibrio al límite de las capacidades de forma controlada y supervisada.
Ricardo Cartajena Gatica, director de la Carrera de Fonoaudiología en la Universidad San Sebastián, destaca la importancia de la terapia de rehabilitación vestibular. «Esta terapia, en complemento con el tratamiento médico, contribuye a la reincorporación temprana de la persona a su vida cotidiana y a sus actividades laborales, mejorando su pronóstico y calidad de vida», asevera.
Diferencias entre vértigo y mareo
Es importante no confundir el vértigo con el mareo. Tomás Rojas, director del diplomado en Audiología Diagnóstica de la Universidad San Sebastián, explica que “el vértigo se caracteriza por la sensación ilusoria de movimiento, ya sea rotatorio o de desplazamiento, que puede ocurrir sin que haya movimiento real. Esta sensación suele estar vinculada a trastornos del sistema vestibular del oído interno y se acompaña de dificultad para caminar, náuseas, vómitos, sudoración y empeora al mover la cabeza”. En contraste, “el mareo se refiere a la sensación de desorientación espacial o falta de equilibrio, sin una percepción falsa o distorsionada del movimiento. Es más general y puede tener diversas causas, como problemas circulatorios, ansiedad o problemas neurológicos”.
La prevalencia del vértigo en la población general se estima entre un 20% y 30%, siendo más común en adultos y afectando a las mujeres tres veces más que a los hombres. Este síntoma interrumpe las actividades diarias en más del 80% de los casos, destacando su impacto significativo a pesar de no estar siempre asociado a condiciones graves.