Marcelo Trivelli
Fundación Semilla
El avance que ha tenido la neurociencia en los últimos años nos abre insospechadas posibilidades de entender y mejorar los métodos de enseñanza y de aprendizaje en la educación.
En su libro Dopamina, Daniel Lieberman y Michael Long hacen referencia a John Douglas Pettigrew quien fue el primero en establecer que el cerebro gestiona el mundo exterior en regiones separadas, aquellas que están cerca, al alcance de la mano y las que están fuera del alcance inmediato tanto física como temporalmente. En palabras simples el presente y el futuro se gestionan en lugares diferentes del cerebro.
Inicialmente, estudios realizados en personas descubrieron que, cuando el cerebro genera dopamina, las hace sentir bien. Profundizaron las investigaciones utilizando drogas y otras sustancias para lograr generar dopamina, y por ello fue calificada erróneamente como la sustancia del placer. Estudios posteriores encontraron que la dopamina no se produce por el presente, sino que se genera por la expectativa de obtener algo en el futuro.
El sentimiento de satisfacción o bienestar se maximiza en el proceso de lograr un objetivo, pero va disminuyendo de manera acelerada una vez que este se obtiene. La vida diaria está llena de ejemplos de cómo el placer que se obtiene va disminuyendo después de comer la primera cereza de la temporada, el primer café de la mañana ,o primer ascenso y aumento salarial en el trabajo; lo que tan bien lo expresan los Rolling Stones en su canción (I can´t get no) Satisfaction.
Al aterrizar estos conceptos en la educación, se ha demostrado que la presencia de dopamina facilita el aprendizaje al generar satisfacción en las personas. Así, cuando logran un objetivo se genera dopamina, se siente satisfacción incentivando a continuar aprendiendo lo que nuevamente mantiene en alto la dopamina. Es un círculo virtuoso en el proceso de aprendizaje. Lamentablemente las metodologías educativas tradicionales no utilizan este mecanismo para generar dopamina y por ello se obtienen bajos niveles de aprendizaje.
Hoy, con el entendimiento del rol de la dopamina, podemos explicar de mejor manera el por qué los juegos captan la atención y concentración de los y las estudiantes.
Llegó el tiempo de fijar nuestro foco en los juegos con fines didácticos. Si consideramos el mercado como un indicador de tendencia, sólo los videojuegos educativos constituyen un mercado global en auge, que prevé ingresar 17.000 millones de dólares en 2023, tal y como publica el portal Statista.
Quienes han jugado o visto jugar videojuegos podrán haber apreciado que todos siguen el mismo patrón: la expectativa de obtener una recompensa. Da lo mismo el tema, el argumento o la trama del video juego, se va obteniendo puntaje u otro elemento de acumulación que permite ir pasando a una etapa superior. El cómo lograrlo no es conocido, no es posible establecer patrones de manera fácil y cuando se cree dominar la técnica, esta cambia. Todos los elementos necesarios para generar y mantener en alto los niveles de dopamina.
Con todos los nuevos conocimientos disponibles, pongamos la neurociencia al servicio de la educación.