El Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile (CEIUC) lanzará el índice Riesgo Político América Latina 2025, que celebra 5 años y se consolida como como una herramienta esencial para los tomadores de decisiones en los sectores público y privado.
El índice identifica con precisión aquellos temas que han venido posicionándose en la agenda regional como los riesgos polìticos de mayor gravedad: el crimen organizado e inseguridad, la corrupción y el retroceso democrático. Además, surgen con fuerza la nueva ola migratoria y deportaciones masivas (sube del 5º al 3 lugar), y la desinformación. Por último, cinco riesgos se asocian a una geopolítica marcada por la incertidumbre: persistencia inflacionaria; agravamiento del cambio climático; auge del proteccionismo; irrelevancia regional y escalada de conflictos bélicos.
El regreso de Donald Trump añade un nivel adicional de complejidad e imprevisibilidad. Sus políticas podrían generar repercusiones significativas en áreas como el comercio, la migración, la lucha contra el narcotráfico, el cambio climático y la gobernanza regional. Además, la grave crisis de Venezuela bajo el régimen de Maduro, el segundo año de Milei en Argentina, la situación de México en la nueva administración de Trump y las dificultades de Lula en brasil, asoman como algunos de los temas claves en la agenda.
Esta quinta edición contó con la participación de 1.099 personas, correspondientes a público general, expresidentes, autoridades regionales, líderes de opinión y académicos. Al menos un 60% de respuestas obtenidas provienen de distintos países de la región.
Para Jorge Sahd, director del CEIUC y uno de los editores del informe, “El ranking de este año demuestra que el crimen organizado y la inseguridad siguen dominando la agenda de la opinión pública y cada año los gobiernos latinomericanos se muestran más incapaces. América Latina enfrenta una crisis de seguridad multidimensional, donde el crimen organizado ha evolucionado hacia estructuras transnacionales, integradas y profesionalizadas: el 50 % de los homcidios está asociado al crimen organizado. Otro elemento interesante este año es la incidencia de la geopolítica, donde la mitad de los riesgos está asociada a eventos globales y la incertidumbre que genera el segundo mandato del presidente Trump”.
Por su parte, Daniel Zovatto, investigador senior del CEIUC y co-editor del Informe, anticipa “que El 2025 marca el inicio de un nuevo ciclo electoral en América Latina, con elecciones presidenciales en Ecuador, Bolivia, Chile y Honduras, además de elecciones legislativas de medio término en Argentina. La agenda electoral incluye asimismo otros comicios en varios países de la región, entre ellos, elecciones internas, legislativas, locales y judiciales. Será crucial observar si la tendencia del voto castigo contra los oficialismos, que estuvo muy presente durante el período 2018-2023 y que comenzó a desacelerarse en 2024, se mantiene o se revierte. Asimismo, será interesante analizar cómo se reconfigura el mapa político regional. Estos escenarios definirán el rumbo de la región en los próximos años y determinarán su capacidad para enfrentar los complejos retos globales y domésticos que se avecinan”.
Los diez riesgos identificados, en orden de importancia, por el índice son los siguientes:
- Inseguridad, crimen organizado y narcotráfico
- Corrupción estructural Nueva ola migratoria y deportaciones masivas
- Democracia sin delivery. Avance del autoritarismo
- Desinformación y polarización tóxica
- Persistencia inflacionaria
- Agravamiento del cambio climático
- Auge del proteccionismo
- Irrelevancia regional
- Escalada de conflictos bélicos
Riesgo Político 2025 muestra que este año marca un punto de inflexión crucial para América Latina en un contexto global definido por la incertidumbre, la complejidad y las transformaciones aceleradas. Los múltiples procesos electorales en la región, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la competencia estratégica entre Estados Unidos y China, y su impacto en Latinoamérica configuran un escenario de desafíos interconectados y oportunidades estratégicas.
Los procesos electorales en países como Ecuador, Bolivia, Chile, Honduras y las legislativas en Argentina serán determinantes para reconfigurar el mapa político regional. Estos comicios pondrán a prueba la resiliencia democrática en un contexto de alta polarización y desafección ciudadana, midiendo no solo la salud de las democracias locales, sino también su impacto en la estabilidad política, económica y social de la región.
A nivel global, las tensiones geopolíticas —como los conflictos en Ucrania, Palestina, Israel y Sudán—, junto a las megatendencias del cambio climático y la disrupción tecnológica, desafían los sistemas de gobernanza tradicionales. En este escenario, América Latina tiene la oportunidad de posicionarse como un actor clave en áreas estratégicas como la producción de alimentos, los minerales críticos, la energía limpia y la conservación ambiental. La COP30 en Belém, Brasil, será un momento decisivo para que la región asuma un liderazgo visible en la agenda climática global, particularmente en la protección de la Amazonía, el pulmón del planeta. Por su parte, la X Cumbre de las Américas en República Dominicana podría convertirse en el primer cara a cara de Trump con los mandatarios del hemisferio.
Sin embargo, los desafíos internos no son menores. La fragmentación política en muchos países y el avance de tendencias autoritarias representan riesgos significativos. La incapacidad de los gobiernos para responder de manera efectiva a las demandas ciudadanas ha profundizado el malestar social, mientras la fragilidad institucional amenaza con erosionar aún más la confianza pública en las democracias.
En este contexto, América Latina debe fortalecer su liderazgo regional, fomentar la integración, priorizar la estabilidad democrática y aprovechar sus ventajas comparativas para enfrentar los retos globales. La elección de un nuevo Secretario General de la OEA en 2025 podría revitalizar el multilateralismo regional, siempre y cuando el nuevo liderazgo sea capaz de impulsar una agenda de cooperación efectiva y fortalecimiento institucional.
El 2025 será un año decisivo para determinar si América Latina puede superar estas adversidades y posicionarse como un actor relevante en un mundo en transformación, o si continuará atrapada en dinámicas de estancamiento y polarización. El rumbo que tome la región dependerá de la capacidad de sus líderes, instituciones y ciudadanos para articular una visión compartida que promueva el desarrollo inclusivo, la sostenibilidad ambiental y la gobernanza democrática. La gran pregunta es si el liderazgo regional estará a la altura de las circunstancias.