El investigador de la Universidad de Magallanes, Eduardo Faúndez, hizo el hallazgo cuando estaba buscando ejemplares de fósiles en un material extraído de las minas de ámbar de Myanmar. Según la data, dicho insecto existió hace 99 millones de años, por lo tanto, contrario a lo que se pensaba, convivió con los dinosaurios.
Eduardo Faúndez Peña – académico de la Universidad de Magallanes (UMAG) – contesta la videollamada desde Washington D.C., Estados Unidos. El Dr. en Entomología de la North Dakota State University está nuevamente en el país norteamericano, esta vez, para revisar material del Instituto Smithsonian, que le sirva en la ejecución de un proyecto de instalación de la academia, adjudicado el año pasado. Artrópodos en Patagonia meridional: cambio climático y relaciones socio-ecológicas es su nombre, y busca develar las relaciones más ancestrales de aquellos insectos conocidos popularmente como “chinches” que hoy habitan la zona subantártica.
Desde allí nos relata un hallazgo mientras estaba en medio de esta investigación, que acaba de ser descrito en un artículo publicado por Palaeobiodiversity and Palaeoenvironments, revista internacional revisada por pares que se dedica a la divulgación de estudios originales y multidisciplinarios de alta calidad, en torno a la historia de la Tierra. El prolífico Dr. Faúndez vuelve a publicar, ahora junto a dos colegas – Dr. Péter Kóbor, del Departamento de Zoología del Centro para Investigación en Agricultura de Hungría, y el Dr. Marcos Roca-Cusachs, del Departamento de Biología Evolutiva en la Universidad de Barcelona, España – en un medio reconocido por la prestigiosa editorial Springer, y en la línea de investigación más productiva de la UMAG (Ciencias Antárticas y Subantárticas), para compartir nuevo conocimiento respecto al chinche más antiguo del planeta.
A fines del siglo XX, la ciencia encontró evidencia de un fósil encontrado en un yacimiento ubicado en Colorado, que fue datado con una antigüedad de 34 millones de años. El que encontró el Dr. Faúndez tiene 99 millones.
En busca de relaciones ancestrales
Faúndez quería buscar ancestros de los chinches subantárticos en los bosques de araucaria de Myanmar, antiguo Birmania, y para ello compró material descartado por las minas de ámbar de ese país. “Pasa mucho que el ámbar de esa zona se vende para joyería”, explica, “pero el ámbar que tiene bichos o cosas así, prácticamente, casi lo desechan, y a veces lo venden por lotes para educación. Entonces, uno compra un lote y no sabe lo que va a venir”.
¿Por qué compró desechos de la ex Birmania? “Porque hace 100 millones de años, los bosques de ahí eran de araucarias, parecidos a los que tenemos acá, entonces estaba buscando esas relaciones, y de repente encontré en una de las muestras algo muy raro. Ahí contacté a los otros especialistas que trabajan con esta familia, y entre los tres llegamos a la conclusión de que, en efecto, era un bicho de esta familia, y era algo muy extraño haberlo encontrado en esas circunstancias”, detalla. Lo que le llamó la atención fueron “los ojos del bicho, que tiene los ojos muy grandes, que es algo característico de esta familia”.
¿De dónde viene el chinche de ojos grandes?
La pieza de ámbar que contiene el fósil estudiado procede de Noije Bum, cerca de Tanai Village Hukawng Valley, Kachin State, norte de Myanmar. “Es una familia más antigua de lo que se cree”, explica Faúndez. “La mayoría los conoce como chupa sangre, pero éstos son depredadores. Cazan bichos más chicos y hoy incluso se ocupan para control biológico, es decir, se crían y se sueltan en los campos para que se coman las plagas, para evitar el uso de pesticidas”.
En el artículo, se explica que “la familia Geocoridae (Heteroptera: Pentatomomopha: Lygaeoidea), o comúnmente conocida como chinches de ojos grandes, es una peculiar familia de verdaderos bichos lygaeoideos tanto en términos morfológicos y ecológicos. Los representantes de la familia presentan una serie de rasgos morfológicos exoesqueléticos altamente especializadas que son únicas entre los verdaderos bichos ligeoideos, por ejemplo, ojos agrandados”.
¿Cuál es la evolución de los representantes de la familia? “Prácticamente, está sin estudiar”, responde el académico. Pero el examen de los fósiles proporciona información útil sobre las filogenias y la evolución de los grupos estudiados. “Ahora hay que hacer un análisis filogenético para reconstruir la historia de toda la familia. Quiero revisar la presencia de esta familia en Chile. Hay dos especies bien conocidas y una dudosa. También quiero mostrar los bosques de araucaria, a ver si encuentro algún fósil más ancestral que esté relacionado con este otro”, cuenta Faúndez.
Las fotomicrografías y mediciones se realizaron con el uso del microscopio estereoscópico Japan Optical Co. XLT-2310, con cámara digital Ricoh WG-50 adaptada. Se utilizó iluminación incidente y transmitida, casi siempre simultáneamente. Consultado respecto del destino final de este fósil, el investigador responde “por cosas de la vida, ahora quedará en la Colección Paleoentomológica del Instituto de la Patagonia, Universidad de Magallanes, con fines educativos y de investigación”.