El Dr. Sebastián Lira, académico de Ingeniería Ambiental en la Universidad Andrés Bello, analiza las múltiples causas que hacen del calentamiento global un fenómeno en avanzada, así como expone acerca de los desafíos que en esta materia tienen el mundo y nuestro país.
Producción ilimitada, alto consumo, despreocupación educativa y una falta de cultura medioambiental son algunos de los fenómenos con que el actual modelo de desarrollo ha posibilitado el crecimiento sin freno de las emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta, así como la proyección -según la Organización Mundial de Meteorología (OMM), y con un 50% de probabilidades- de que la temperatura de la Tierra alcance para 2026 los 1,5°C.
Dicho aumento, que corresponde al límite fijado por el Acuerdo de París, a su vez se suma a lo que en 2022 ya había observado la misma agencia -perteneciente a Naciones Unidas- en la temperatura del planeta, y que decía relación con un alza de 1,18°C desde la época preindustrial. Así, los datos confirmaban lo que ya venía advirtiendo desde hace décadas todo el ámbito académico e investigativo: que el calentamiento global es una realidad que sigue avanzando a pasos agigantados.
Al respecto, el académico de la carrera de Ingeniería Ambiental de Universidad Andrés Bello, Dr. Sebastián Lira, comenta que “la mayor parte de ese calentamiento se ha producido durante los últimos 35 años, de los cuales los cinco más cálidos han ocurrido, después del 2010, período en el que se han continuado acelerando los efectos del calentamiento de la tierra debido al uso de combustibles fósiles, los procesos industriales, la desforestación y el cambio de uso del suelo, todos fenómenos relevantes en la emisión de gases de efecto invernadero”.
¿Cuáles deberían ser las próximas consecuencias del calentamiento global, y en qué plazos?
Ya estamos enfrentando los efectos, y lo que debería venir ahora es evidenciar con mayor frecuencia casos de inundaciones, lluvias intensas, marejadas anormales, aluviones y sequías. También, ha aumentado la acidificación de los océanos y la reducción de las capas de hielo del Ártico y de la Antártida.
Parte de la Antártida pertenece a Chile. Es de suponer que esa pérdida afecta también a nuestro territorio, pero cuesta dimensionarla.
-La cifra es clara y contundente, y sobrepasa esa zona: ya hemos perdido 1800 km2 de glaciares. Sin embargo, los daños se hacen patentes en todo el territorio, y dicen relación también con otras consecuencias, como la disminución de precipitaciones, o el aumento de las temperaturas en el valle central, la cordillera y la zona centro-sur.
Si bien, se trata de una problemática mundial, ¿dónde podemos encontrar las principales causas en nuestro país?
En las emisiones de dióxido de carbono por la combustión de carbón y diésel para la generación de energía eléctrica, y por el consumo de combustibles para el transporte y el sector industrial, y también por el metano emitido, mayormente, en los sitios de disposición de residuos sólidos y en la agricultura, con la fermentación entérica, originada en el proceso digestivo de las vacas.
¿Qué hacer como país?
Las múltiples causas del problema en Chile, planteados por el Dr. Sebastián Lira, tienen sin embargo alternativas de solución que, si bien podrían resultar tardías, son necesarias, al menos como punto de partida. Al respecto, es fundamental tener conciencia de que ya se está sufriendo los efectos de la crisis, y que sólo resta el intentar revertir la situación. Al respecto, señala que “somos uno de los países que reafirmaron su compromiso para limitar el calentamiento global en el Acuerdo de París, pacto que establece reducir las emisiones a cero para el año 2050 y así limitar el aumento de la temperatura del planeta hasta los 1,5 °C. Además, a partir de 2022, Chile cuenta con una Ley Marco de Cambio Climático en donde se establecen acciones para disminuir las emisiones, a fin de que nos adaptemos a sus actuales impactos”
Como ya se ha dado a conocer, dicha ley tiene como meta el que Chile se convierta en un país carbono neutral en 2050, pero para eso, y de acuerdo a lo estimado por el académico UNAB, “debemos mantener los compromisos de reducción de emisiones, poniendo énfasis en la industria, la minería y la construcción sostenibles, en la producción y consumo de hidrógeno, en la electromovilidad en trasporte público, en el retiro de centrales a carbón, y en la implementación de energías renovables y de medidas de eficiencia energética”.
A veces parecen ser sólo buenas intenciones. ¿Es realista pensar que todo eso, o al menos parte, lo podremos cumplir?
Era importante comenzar por proponernos todo eso porque es urgente. Chile presenta 7 de los 9 criterios de vulnerabilidad que indica la ONU, en esta materia (áreas costeras a baja altura; zonas áridas y semi áridas, con cobertura forestal y expuestas al deterioro forestal; territorio susceptible a desastres naturales; áreas urbanas con problemas de contaminación atmosférica; ecosistemas montañosos; y zonas propensas a la sequía y la desertificación), lo que le ha significado como país, grandes pérdidas ambientales, sociales y económicas, daños en la biodiversidad y baja disponibilidad de recursos hídricos.
Son muchas las tareas. En ese sentido, ¿cómo pueden aportar las personas para contribuir a que esa recuperación sea posible de forma más rápida?
Como individuos, es fundamental un cambio en los hábitos de vida y en el consumo. El uso del transporte público y de la bicicleta, el ahorro doméstico y laboral de energía eléctrica y la adquisición de aparatos electrónicos eficientes, son algunas de las medidas que más se repiten como convenientes. Sin embargo, también es necesario aplicar principios de circularidad, mediante siete acciones que redefinen la forma de consumir: rediseñar, reducir, reutilizar, reparar, renovar, recuperar y reciclar. Finalmente, entre las medidas que, a nivel personal, son recomendables, destaco también la opción de compostar los residuos orgánicos que se generan en los hogares, lo que requiere dedicación, a fin de crear las condiciones necesarias de temperatura y humedad para que la materia orgánica sea descompuesta por microorganismos. Ésta sería así, y si todos la lleváramos a cabo, una de las tantas medidas que ayudarían a mejorar la actual situación.