Tras uno de los ataques más macabros de nuestra historia reciente, ocurrido el 7 de octubre, y la posterior respuesta israelí, estamos viendo una guerra que nos duele a todos. El terrorismo islámico palestino de Hamás ha forzado al mundo a llegar a una situación límite.
Un país amigo de Chile, como Israel, fue atacado salvajemente por un grupo terrorista que busca su destrucción. Sus mujeres fueron violadas, miles de personas fueron asesinadas, mutiladas y quemadas vivas, entre otras acciones que son total e indudablemente reprochables. En vez de posicionarnos en la defensa de los valores occidentales, una lucha que se enmarca dentro de la guerra contra el terrorismo islámico, Chile ha tomado el bando contrario y el claro camino de enemistarse con Israel, primero con el incidente de las credenciales, luego con el llamado a informar del embajador y hoy presentando acciones internacionales.
El mundo nos está observando, ve con quienes – peligrosamente- nos estamos alineando. Debemos decirlo con fuerza: con la política exterior no se juega. El perjuicio que se está causando al largo camino de la política exterior chilena, es evidente y alarmante.
Por su parte, este tipo de acciones, generan reacciones en nuestro país. El antisemitismo que se ha desatado en Chile, ha permitido que figuras de distintos ámbitos, incluso, desde la coalición de gobierno, puedan proferir declaraciones judeofóbicas sin recibir sanción alguna y ni una palabra del presidente de la República. Los miembros de nuestra comunidad están siendo amenazados, nuestras sinagogas están siendo atacadas y vandalizadas. Esto está pasando en Chile, esto está pasando en 2024.
Ahora, como corolario de las acciones del gobierno en esta materia, nos enteramos a través de Paula Narváez, de una decisión, que no se entiende cómo se enmarca con los intereses y beneficios para el país y en el cual se utilizan importantes recursos de nuestra Cancillería. Por el contrario, Chile se alinea con países como Sudáfrica, Bangladesh, Bolivia y Comoras en cuanto a una investigación que además ya existe y, por lo tanto, la presentación es inútil.
Por otro lado, se han enviado alrededor de US$300.000 de ayuda a Gaza sin ninguna certeza de que llegue a quien debe llegar. Existe evidencia de que Hamás roba la ayuda humanitaria que se recibe del extranjero y evita que se le entregue a la población civil.
Los recursos de Chile están siendo despilfarrados y, al mismo tiempo, se desprotege a la comunidad judía de Chile y a los chilenos en Israel.
Estamos ad portas de cumplir 100 días desde aquel sangriento 7 de octubre. Aquel día en que Israel y el pueblo judío sufrieron el mayor ataque desde el Holocausto, lo que costó la vida de 1.200 personas, entre las cuales, hay víctimas chilenas. No podemos olvidar que Hamás inició esta guerra, no Israel, y que aún hay 136 secuestrados que siguen en manos de Hamás.
Nos hieren y golpean todas las víctimas civiles de esta tragedia humanitaria se trate de israelíes, palestinos, cristianos, judíos, musulmanes o no creyentes. Lamentablemente, lo anterior no es compartido por el gobierno encabezado por el presidente Gabriel Boric, a quien parecen dolerle sólo las muertes de un lado y ser absolutamente indiferente al antisemitismo en nuestro país.
Al presidente le importa más lo que pasa en Medio Oriente que lo que sucede a sus compatriotas.