Marcelo Trivelli
Fundación Semilla
Todas las culturas tienen sus propios ritos para recibir el año nuevo y se dice que, cuando se realizan, atraen la suerte para ver cumplido los sueños y/o los deseos.
Para atraer el amor vestir ropa interior de color rojo, el color de la pasión, el verde es para la salud, los amarillos, abundancia y los negros, sexo. Para viajar, salir a la calle con una maleta; mientras más camines, más viajes tendrás. Para prosperidad económica comer lentejas y echar unos granos en el bolsillo o cartera en contacto con monedas.
A mí, el rito que más me atrae es comer doce uvas. Antes de introducir cada una en la boca se pide un deseo.
Como dice el refrán popular: yo no creo en brujos Garay, pero que los hay, si los hay.
Nuestra racionalidad nos hace desechar la efectividad de estos ritos, pero tienen un trasfondo real. Nos da la oportunidad de mirar hacia adelante, de soñar el futuro y lo que está por venir. En un diario vivir tan ajetreado y estresado, prepararse para los ritos de año nuevo nos detiene a reflexionar respecto de lo que queremos para nuestras vidas.
De nada sirve cumplir con los ritos de año nuevo si se toma a la ligera y olvidan rápidamente. Es un juego entretenido, pero dejan de cumplir el propósito de proyectarse y disponerse a que se hagan realidad.
Al estar conscientes de lo que deseamos y soñamos estaremos alertas a nuestro entorno y seremos capaces de identificar las oportunidades, sacar provecho de ellas y avanzar hacia el logro de nuestro objetivo. Miraremos nuestras vidas de una manera más positiva y nos ayudará a dejar atrás el negativismo que tantas veces nos ciega e inmoviliza.
El soñar y desear es una conducta poderosa porque nos saca de nuestro aletargamiento y nos pone en movimiento. Nos abre a una posibilidad y nos predispone a estar en constante revisión respecto de avances y retrocesos en el camino de lograr que se haga realidad.
El ejercicio de reflexión sobre los sueños y deseos propios no es algo que se enseñe en la escuela, sin embargo, debiera ser una conducta que se incentive y profundice a través de los años con la práctica complementaria de planificar, hacer, evaluar e insistir.
Que distinto sería el clima individual y comunitario en el aula si, al menos una vez a la semana, niñas, niños y jóvenes tuvieran la oportunidad de manifestar sus sueños y deseos y hacer un seguimiento de estos respondiendo una simple pregunta: ¿Qué he hecho yo para lograrlo? Poner en común esta respuesta y dejarse apoyar por sus profesores y/o compañeros será una contribución significativa para quienes hagan este ejercicio.
Lograr que se cumpla un deseo o un sueño no es cosa de suerte, sino que exige esfuerzo y salir de la zona de confort. Se requiere de práctica, constancia y voluntad, y qué mejor manera de adquirir el hábito que si fuera parte del currículum escolar.
Los ritos de año nuevo son un juego entretenido que no debiera practicarse sólo una vez al año. La invitación para quienes sí lo hicieron es que lo mantengan vivo durante el año, y para quienes no creen en ellos o no lo hicieron, nunca es tarde para comenzar.