Dra. Omaira Goldcheidt Carrera, académica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Católica del Maule.
La inteligencia artificial (IA) es una tecnología transformadora sostenible que tiene el potencial de mejorar la educación y el desarrollo. La UNESCO identifica tres áreas que vinculan la IA y la educación: aprender con la IA, aprender sobre la IA y aprender para la IA. Aprender con IA implica utilizar herramientas de IA para personalizar y mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje, mientras que aprender sobre IA implica adquirir conocimientos básicos sobre sus principios y aplicaciones. Por su parte, aprender para la IA implica desarrollar habilidades transversales que permitan a los estudiantes adaptarse a entornos cambiantes y colaborar con máquinas inteligentes. Sin embargo, el uso de la IA en la educación también plantea desafíos éticos, sociales y pedagógicos que requieren reflexión crítica y acción colectiva.
En general, la IA tiene aplicaciones en prácticas en una amplia variedad de campos, incluyendo la salud, la educación y la atención al cliente. En la educación, la IA puede utilizarse para personalizar y mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Es decir, la IA tiene el potencial de mejorar la eficiencia y la eficacia de muchos procesos y servicios en diferentes campos.
A partir de estos grandes desafíos y beneficios en el sector educativo (Tito et al., 2021), expresa que la IA es la herramienta con mayor alcance e Impacto en la Educación en el Siglo XXI. De este modo, su uso en la educación ha demostrado ser flexible, adaptable y transformador, generando nuevas formas de interacción social y virtual en entornos de enseñanza aprendizaje, por lo cual, es necesario conocer las necesidades de los estudiantes y sus métodos de aprendizaje.
Siguiendo el planteamiento anterior, se tiene que el estudiante universitario es un aprendiz digital que “surfea” por la red buscando información para transformarlo en un nuevo conocimiento por lo que se enfrenta a grandes desafíos para localizar contenidos por el espacio por el que se mueven grandes cantidades de información, para evitar “infoxicarse”, siendo necesario emplear estrategias como la curación de contenidos. Por ello, es importante contar con las competencias digitales e informacionales necesarias (INTEF, 2017).
Ahora bien, cuando pensamos en los hábitos y habilidades de un estudiante universitario, nos preguntamos: ¿Quiénes son los jóvenes que actualmente acuden a la universidad? Cabe destacar que, los universitarios postcovid forman parte de la generación centennials, también llamados iGen, pos-milllennials o generación Z, población que está creciendo bajo un enfoque de trabajo colaborativo y con hábitos mediáticos modificados a partir del confinamiento por el Covid 19. Este grupo etario, está inmerso en un ambiente conectado a internet y telefonía móvil, desde donde realizan sus actividades cotidianas y de aprendizaje (Espiritusanto, 2016; Magallón, 2016). Ramos et al. (2019) identifican a los centennials como un grupo etario nacido a mediados de la década de 1990 hasta fines de 2009, por tanto, la generación que sigue es la Alfa, generación T, táctil o touch, nacidos a partir del año 2010 (Cataldi y Dominighini, 2019). Esta generación pone una mayor atención en las cosas que les interesa y motiva, convirtiendo a la tecnología en una aliada para comunicarse y compartir con otros. Viviendo en un mundo “digital” (entorno físico y digital), los centennials apoyan la filosofía del ¡hazlo tú mismo!, (HTM o DIY del inglés Do it yourself), una corriente que deriva del movimiento Edupunk, una filosofía emergente que promueve la formación permanente a lo ancho y largo de la vida (Cobo y Moravec, 2011; García y Díaz, 2011; Lamb, 2012). Conviviendo en ambientes hiperpersonalizados y expuestos al síndrome FOMO (del inglés Fear of Missing Out) ese miedo a quedar fuera de lo que sucede en la red (D. Stillman y J. Stillman, 2017).
El reporte Horizon 2021, expone que la inteligencia artificial (IA), los cursos mixtos, los recursos educativos abiertos (REA), así como las microcredenciales seguirán teniendo presencia en el mundo universitario. En el caso específico de la inteligencia artificial, las principales universidades del mundo están desarrollando diversos proyectos vinculados con la IA (Pelletier et al., 2021). Cabe destacar que la inteligencia artificial, es definida como «la capacidad de las máquinas para usar algoritmos, aprender de los datos y utilizar lo aprendido en la toma de decisiones tal y como lo haría un ser humano» (Rouhiainen, 2018, p. 17). La era de la algoritmización trae como resultado la disponibilidad de nuevas herramientas, aplicaciones y recursos del que puede hacer uso el ciudadano digital, sin embargo, muchas veces no son aplicadas éticamente.
En conclusión, el uso de las herramientas y técnicas de IA puede mejorar la experiencia y el trabajo de los docentes en la educación superior, siendo esto considerado muy favorable, ya que puede ser un gran apoyo en la generación automática de contenido educativo. Sin embargo, se debe tener en cuenta que la inteligencia artificial no debe reemplazar por completo el trabajo en el aula, sino que debe utilizarse como una herramienta complementaria para mejorar la calidad de la educación y el aprendizaje de los estudiantes, a partir de su uso y aplicabilidad, permitiéndoles además innovar en sus áreas de formación educativa donde prevalezca tanto la ética como la confiabilidad de la información manejada.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.