Carlos Almarza es uno de los últimos volantineros vivos en el país

16 septiembre, 2024

La primera vez que los volantines aparecieron en la vida de Carlos Almarza (84) fue cuando era un niño de 13 años. Tantas eran sus ganas de encumbrarlos, y tan poco el dinero disponible para comprarlos, que su única opción era adueñarse de los que otros perdían. Eran los tiempos en que el hilo curado estaba permitido y cada fin de semana se organizaban competencias a los pies del cerro Rodelillo, en Valparaíso.

No era el único. Como él, muchos otros recogían trozos de hilo y los anudaban hasta tener la cantidad suficiente. “Parecía rosario con tantos nudos”, recuerda. Sus habilidades manuales se manifestaron cuando creó sus primeros volantines, de un solo color porque “no sabía cortar”, y usando retazos sobrantes de los pliegos de papel.

No sabe bien cómo ni cuándo, pero un día recibió algunas monedas de centavos de plata y sin pensarlo dos veces, compró 10 pliegos de papel volantín de distintos colores. Fue a visitar a un fabricante de volantines del barrio y aprendió la técnica, usando como referente un volantín que había rescatado y que le llamaba la atención por su variedad de tonos y diseño.

Tan bien le fue que se corrió la voz, vendió todos los volantines y su siguiente compra fue de 100 pliegos de papel.

Durante décadas, Carlos combinó el oficio de volantinero con su trabajo en una carnicería, donde estuvo 58 años. Cada septiembre decoraba el local con sus diseños, vendiendo alrededor de 3.000 unidades. Incluso se hizo conocido con el apodo de “Don Jote”.

“He llegado a hacer hasta 50 volantines en un solo día. Me han dicho que soy único porque tengo la técnica de pegar el papel con cola fría y hacer que parezca estampado. Me gustan mucho las combinaciones de colores, especialmente el negro con el amarillo, que desde el cielo se ven muy bonitos”, cuenta.

Sus diseños llaman la atención de quien los vea. Carlos recuerda con especial cariño la vez en que estaba encumbrando un volantín en la casa de su hija y se le cortó. Era la hora de almorzar y lo dio por perdido, pero minutos más tarde, alguien golpeó la puerta. “Era un niño de 8 o 9 años que lo recogió y me lo vino a devolver. Le dije que se lo quedara. A la semana siguiente me lo encontré y le pregunté cómo le había ido. Me respondió que lo tenía colgado en su pieza, que no quería jugar con él. Se quedó con el diseño”, rememora.

Hasta la actualidad, los diseños de sus volantines y modelos como “pechuga”, “campanita” y “diamante”, convirtieron a Carlos Almarza en representante de un oficio que surgió en Chile en el periodo colonial y que sigue vigente gracias a su dedicación por 71 años a la manufactura artesanal tradicional de volantines calados de papel.

“Yo voy a hacer volantines hasta que las fuerzas no me den más. A veces me pongo a mirar a los niños por la ventana y veo como juegan, me acuerdo de cómo era yo cuando chico y me dan ganas de salir a jugar a encumbrar volantines”, dice. Además, Carlos es uno de los pocos volantineros tradicionales que  mantienen esta herencia antigua. “Hoy se hacen muchos volantines con papel que ya viene estampado y no es lo mismo. Se arman en cadena, solo unen el dobladillo y los maderos”, añade.

Para preservar su arte, Carlos ha realizado más de 50 talleres. “Espero que cuando yo no esté, alguien más pueda seguir haciéndolos. Es que no hay nada como ver a un niño jugando con un volantín”, afirma.

Más de 150 volantines diseñados por Carlos Almarza estarán disponibles para el público general en la exposición “Ascendente/Trascendente” de la Corporación Cultural de Lo Barnechea, que contará con una selección de sus obras -entre ellas su favorita, la telaraña-, para que los asistentes puedan disfrutar de su cuidada manufactura en estos meses patrios y primaverales.

La Corporación Cultural de Lo Barnechea ha trabajado relevando los oficios propios de la comuna a través del sello O+D (Oficio y Diseño) que cuenta ya con varias ferias y exposiciones. Hoy lo hace con este artista del volantín, cuyo oficio para fabricarlos sigue vigente. “La idea es destacar en estas fechas algo propio chileno, pero poner de manifiesto cómo el arte, los oficios y la creatividad se combinan en un solo producto tan típico de septiembre y la primavera en Chile. Un panorama imperdible para las familias de Lo Barnechea y aquellas que visiten la comuna” señala Alejandra Valdés, Directora de la Corporación Cultural.

La exposición estará abierta desde el 31 de agosto y hasta fines de año, la muestra gratuita podrá visitarse en Espacio Arte del Centro Cívico de Lo Barnechea (Av. El Rodeo 12777).

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