Los fármacos han revolucionado la vida del ser humano. Permiten tratar infecciones, prevenir la trasmisión de enfermedades y hasta reducir graves complicaciones, todo concentrado en pequeñas píldoras. Sin embargo, muchas personas han comenzado a automedicarse o a seguir tratamientos de amigos con síntomas similares, desconociendo el daño que esto puede provocar.
La hepatitis es una inflamación del hígado que puede tener múltiples causas, una de ellas es debido al consumo de medicamentos, como antibióticos, analgésicos, hierbas o productos homeopáticos, los que sin la adecuada prescripción de un médico pueden derivar en serios daños hepáticos.
“Cada vez que ingiero una sustancia va a tener un efecto en el organismo, que puede ser benéfico o no, y no se puede predecir, ya que cada persona responde de forma distinta. Hay varios antibióticos, antiinflamatorios y anticonvulsivantes de uso habitual que eventualmente pueden producir un daño en el hígado. Además, hay que tener en cuenta que los productos homeopáticos también pueden producir daño, como las infusiones de hierbas, que las personas consideran inofensivas, pero no son tan así”, señala la Dra. Irene Donoso, gastroenteróloga del Hospital San Pablo de Coquimbo.
Además, la especialista enumera los signos que permiten advertir si un medicamento o infusión está afectando al organismo. “La persona puede presentar dolor en la zona del hígado, se puede poner amarilla, comenzar con sangrado de encías e hinchazón en el abdomen, aunque lamentablemente, a veces es muy solapado el daño. Por eso siempre es importante no automedicarse, porque por mucho que lean el texto que acompaña al medicamento en el envase, hay cosas a las que un médico puede estar alerta, y va a hacer énfasis en ello cuando indique el tratamiento, además lo va a estar vigilando con exámenes si es que tiene que tomarlo por largo tiempo”, detalla.
Entre las hepatitis más comunes destacan las virales de tipo agudo, que es cuando la inflamación aparece en forma rápida y abrupta, evolucionando en un corto periodo de tiempo. Entre ellas se encuentra la Hepatitis A, producida por contaminación de alimentos con contenido fecal, que indica que no se han lavado bien. Esta es una de las más frecuentes, pero en la mayoría de los casos es benigna.
Otras hepatitis virales son la B y la C, que se contagian través del contacto con la sangre, semen u otro fluido corporal de una persona infectada. En el caso de la B, es poco probable que la persona evolucione de forma crónica (5 a 10%), mientras que en la C el porcentaje es un poco más elevado (55 a 85%), aunque ambas presentan sintomatología similar. “En las primeras etapas puede ser absolutamente asintomática, sin que nos demos cuenta. Sin embargo, de presentar algunos signos, estos pueden ser decaimiento, falta de energía, piel y mucosas amarillas, orina más oscura, pudiendo ser hasta del color de una bebida cola, además las deposiciones se van poniendo más blanquecinas. Esto va evolucionando en el tiempo”, añade la Dra. Donoso.
¿Cuál es el tratamiento para la hepatitis?
El hígado es el órgano interno más grande de nuestro cuerpo. Es casi del tamaño de una pelota de fútbol y puede llegar a pesar hasta 1,8 kilos. Se ubica en la parte superior derecha de la zona del estómago y realiza importantes funciones. Por ejemplo, contribuye a digerir los alimentos, eliminar desechos del cuerpo, metabolizar medicamentos y participar en la inmunidad y en la coagulación.
Mantenerlo sano es algo vital para nuestro organismo, por lo que la especialista del Hospital de Coquimbo entrega algunas recomendaciones para su cuidado. “Mantener la higiene en la alimentación es fundamental, porque si la comida está contaminada hay más posibilidades de hacer una Hepatitis A. También evitar el consumo de alcohol, ya que es dañino para el hígado. Mantener un peso adecuado, porque con el sobrepeso se puede desarrollar un hígado graso, inflamando el órgano y dañándolo. No automedicarse, tener ojo con las hierbas, las infusiones, los medicamentos de homeopatía, ya que no son 100% inofensivos, y finalmente, en el caso de las de tipo B y C que se adquieren por transmisión sexual o drogas endovenosas, es importante el cuidado, la prevención, evitar las conductas de riesgo y usar preservativo”, recomienda.
Si alerta la presencia de algún síntoma de hepatitis, es importante acudir al servicio de urgencia más cercano para realizar el diagnóstico y su posterior tratamiento antes de que la enfermedad evolucione de forma negativa.
“El tratamiento para las hepatitis agudas virales es dieta blanda, reposo, no consumir alcohol y evitar compartir artículos de aseo, aspectos con los que, en la mayoría de los casos, el paciente va a evolucionar de forma favorable, realizando siempre controles periódicos que incluyen exámenes de sangre hasta su recuperación. Las hepatitis B y C pueden debutar de forma aguda, pudiendo tardar hasta seis meses en recuperarse, y de persistir el cuadro se habla de crónica. En el caso de la hepatitis por fármacos, su recuperación es variable, pudiendo incluso determinar daño crónico. En este caso, lo fundamental es suspender la administración del fármaco, realizar vigilancia clínica y monitoreo de laboratorio”, complementa la gastroenteróloga.