Entrevista al filósofo Javier Agüero Águila, académico del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule sobre la propuesta Constitucional que se votará el domingo 17 de diciembre.
¿Qué aspectos crees tú son relevantes tener presente al momento de analizar e ir leyendo la propuesta de texto constitucional?
En el plano más estructural y para quienes hemos sido críticos de todo el proceso, es que ésta es (de aprobarse) una Constitución ilegítima en términos de soberanía. Me refiero a que, y como señalaba Gabriel Salazar, la soberanía –que hace legítima cualquier institución, cualquier artefacto, cualquier documento– solo radica en el pueblo y es éste, nadie más, quien puede inyectarle validez al relato constitucional. En este caso todo el proceso ha sido entubado y coordinado desde el principio por los partidos políticos desplegados en ambas cámaras; partidos políticos que tienen la más baja aprobación ciudadana en cualquier encuesta que puedas leer. Por lo tanto, tendremos una Constitución, de ganar el “a favor”, cuyo origen radicará en el espurio impulso de los poderes clásicos, dejando la participación ciudadana para un único momento de salida en donde solo están las opciones “a favor” o “en contra” de este documento que será, una vez más, la expresión arquetípica de una oligarquía que siempre ha monitoreado no solo el poder, sino la historia.
Sumo, además que, tal como quedó, parece más un programa de gobierno hecho a la medida de un sujeto como Kast quien, y es claro, de aprobarse, se habrá auto provisto del entramado jurídico preciso para concretar definitivamente la restauración conservadora en Chile.
Desde una mirada filosófica y ética ¿logra a tu parecer la propuesta de nueva Constitución promover una sociedad más justa e igualitaria para Chile?
Como te señalaba, al ser una propuesta que restituye el poder a los sectores típicos y en donde la soberanía es excluida –entendida no solo como un conjunto de individuos sino como el perímetro fundamental desde donde debería emerger todo lo que norme, defina y gestione la vida de esos mismos individuos– no es posible pensar en que se apuesta y abona por la igualdad. Si la Constitución del 80 cuya redacción se hizo bajo el alero de militares y civiles proclives a la dictadura, pues ésta sería no solo la confirmación de lo anti-soberano, sino que también una radicalización de lo que tenemos; es decir un artefacto jurídico aún más limitante, segregador, conservador y extendidamente neoliberal. Por lo tanto, las ideas de igualdad y justicia, por ejemplo, quedarán siempre limitadas a lo que un grupo de activistas políticos (la mayoría de ellos de ultraderecha) han definido como los principios organizativos de una sociedad. Se extremaría lo que decía Margaret Thatcher en los 80: «la sociedad no existe… solo hay individuos”
¿Qué desafíos importantes plantea este texto para el Chile de hoy?
Es que más que desafíos lo que hay son imposiciones de una minoría elitaria a una mayoría social. Por ejemplo, es cierto que se declaran derechos sociales, pero el punto es que, al reducir al Estado a su mínima expresión, el potencial financiamiento de esos derechos se estrecha, se reduce, por lo tanto, derechos sociales sí, pero solo en el plano declarativo, textual. En rigor a lo que se apunta, y como creo haber leído por ahí, es a dinamizar la idea de que el único derecho social claro es el de evitar al Estado.
Si hay desafíos, como tú lo señalas, son para la sociedad civil, el pueblo, la ciudadanía o como quiera llamársele, la que verá cómo, al poco andar de esta nueva Constitución (de llegar a aprobarse), perforará la idea de lo común, de lo colectivo, de lo propiamente social, poniendo en primer lugar en el pódium a la racionalidad y lógica neoliberal que se verá aún más aceitada. Todo esto mientras el mantra conservador y sus márgenes nos acorralan en una suerte de oscurantismo que viene a reivindicar lo más “tradicional” y decimonónico en cuanto de valores y moralidad se trate.
Ya entregada la propuesta y ad portas del pronunciamiento de la ciudadanía sobre el texto ¿Cuál es tu primer análisis luego de leer el escrito?
Pienso que se trata de una propuesta que resguarda de manera exagerada el derecho a la propiedad y a la libre elección. Es decir, no solo es retrógrada en lo valórico y deja solo a modo estatutario, por ejemplo, la equidad de género, sino que entiende que el desarrollo económico pasa llanamente por defender lo propio. Para que un país crezca es necesario que las esferas de la salud y la educación pública, la seguridad social, en fin, todo lo que caracteriza a una sociedad mínimamente de derechos, tenga las herramientas de política pública para dar cuenta de esos mismos derechos. Claro, se declaran, pero si vas al fondo del texto te darás cuenta de que aquello que faculta el desplazamiento de estos derechos a una dimensión concreta, no existe.
Por otro lado, pienso que la propuesta releva aún más el derecho a la libre elección. Y en la elección, como dice Manuel Canales, hay mercadeo, hay oferta y, entonces, también desigualdad en el acceso a mejores “prestaciones”. La idea de “elegir” como un acto de libertad siempre ha sido un dispositivo central de la dinámica neoliberal, y para esto hemos sido entrenados. Este documento trata, al final, de eso, de profundizar nuestra condición de consumidores que vemos cómo se despliega frente a nosotros una gran gama de posibilidades que nos permiten elegir. Esto es una forma de control neoliberal y de desafiliación social.
Nada más citar como ejemplo, los numerales 23 y 24 del artículo 16 que deja constitucionalizado el derecho de los padres a elegir la educación para sus hijos, y cuidado, también se constitucionaliza el derecho a la enseñanza dentro del hogar, lo que se ha dado por llamar homeschooling. Se prohíbe igualmente el financiamiento como prioridad a las instituciones educativas del Estado, lo que aparece en el artículo 16.
Como sea y, en resumen, se trata de una propuesta que jibariza al Estado a un nivel nunca antes visto, que defiende la propiedad privada a rajatabla y que, al final, construye una sociedad de individuos dispuestos racional y efectivamente para la elección y el consumo. Quien gana es el mercado, se robustece y su musculatura aumenta. Todo en desmedro de lo colectivo que es la gran amenaza para la restauración conservadora.
¿Qué opinas respecto de la dinámica política que permitió dar salida a este segundo proceso?
Como ya lo hemos dicho, se trató de un proceso encapsulado, sin soberanía y, por lo tanto, sin legitimidad alguna. Frente a la posibilidad de que Chile deje de ser un mercado y se transforme de una vez por todas en una sociedad, después de la Asamblea Constituyente los sectores conservadores neoliberales (hacendo-chicagistas los podríamos llamar), activaron las alarmas y abrieron las compuertas para que los poderes fácticos operarán y les restituyeran el control. Poderes que habitan en las instituciones políticas a plena luz del día y no subliminalmente. ¿Qué fue la Comisión de Expertos? Un poder fáctico en toda su dimensión, elegido por el Congreso y sin la más mínima participación ciudadana. Esto ha sido, en definitiva, un intenso y bien dirigido proceso de inoculación fáctica.
En ese sentido ¿Cómo evalúas la participación ciudadana en este segundo esfuerzo por sacar una Constitución en democracia para Chile?
Alguna vez escribimos con Rodrigo Karmy que la participación en todo este proceso fue decretada, por lo tanto, limitada y gestionada. Recuerdo el mes de la participación que decidieron y que iba del 7 de junio al 7 de julio. ¿Cuándo comienza y cuándo termina una participación? La cuestión de fondo aquí es qué designa el término “participación” cuando lo decretan y en qué medida en su definición se articula una específica dimensión del tiempo (que ha sido impuesto por los vencedores). En definitiva, cuando la participación del pueblo esta condicionada por los tiempos de un proceso que debe alimentar el proyecto de una restauración, en este caso, es inútil, in-significante y sin sentido.
¿Qué aspectos destacas de esta propuesta constitucional?
Que es el empalme entre el retroceso a los valores decimonónicos conservadores más típicos, con una radical extensión del diámetro de influencia del neoliberalismo. Es decir, las bodas de diamante entre la hacienda y el mercado.
¿De ganar el rechazo el 17 de diciembre próximo crees se cierra definitivamente la posibilidad de contar con una Constitución escrita en democracia?
Creo que esa posibilidad terminó con el fracaso de la Asamblea Constituyente. Todo lo que ha pasado después no ha sido sino el maquillaje de un proceso vaciado de soberanía. La democracia es dúctil, elástica y muchas veces –como lo vemos hoy en Chile– dispuesta a coronar un modelo que no ha traído sino miseria y desigualdad de una manera brutal. Somos el país, probablemente, más neoliberal del mundo; no solo a nivel de sistema económico, sino que, y, sobre todo, en el plano de una racionalidad entrenada para el mercadeo. Toca insistir, quizás también resistir y, pienso, entender que la democracia no puede ser plagiada y que la soberanía, en algún lugar, aún tiene pulso.
“Las opiniones vertidas en la presente entrevista son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.