La iniciativa de ciencia ciudadana internacional Tree Rhythms busca, por una parte, demostrar que la naturaleza es una sola red de campos electromagnéticos que interactúan, y por otra, determinar si es posible predecir terremotos a través de los árboles.
Un quillay en pleno Campus San Joaquín de la UC, conectado a un sensor, es el único representante chileno en este proyecto, liderado localmente por la profesora de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal, Rosanna Ginocchio.
Desde fines de enero de 2023, oculto entre los pastos de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal (FAIF) de la Universidad Católica, se encuentra un quillay (Quillaja saponaria) que, a simple vista, no parece muy distinto a otros ejemplares de su especie.
Sin embargo, este árbol no solo es representante nativo del bosque esclerófilo de la zona central de Chile, sino que también forma parte de una red internacional de árboles que conforman el reciente proyecto de Ciencia Ciudadana Tree Rhythms, una iniciativa liderada por el HeartMath Institute, con base en California, Estados Unidos.
Tree Rhythms es parte de un programa que busca desarrollar una nueva tecnología que, mediante un sencillo sensor, lee las señales eléctricas en los árboles y la tierra circundante. “Es un proyecto tendiente a producir nuevo conocimiento científico a través de un proyecto de investigación colectiva, participativa y abierta, quienes no necesariamente se desempeñan dentro de los ámbitos académicos”, explica la profesora de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal Rosanna Ginocchio.
Precisamente esta Facultad decidió hacerse partícipe de esta iniciativa -a través del Laboratorio de Restauración, Suelos y Metales, RESUME-, “porque las dos temáticas que se quieren abordar en este proyecto son muy relevantes a nivel internacional y nacional, particularmente en cuanto a la exploración de si este tipo de monitoreos permite predecir terremotos. Sin embargo, Sudamérica estaba muy sub-representada en relación a América del Norte y Europa, con sólo 1 árbol en Argentina. Por su carácter de alta sismicidad nos pareció perfecto aportar a esta iniciativa”, explica la profesora Ginocchio, coordinadora local del proyecto, y agrega: “El segundo objetivo del proyecto también nos pareció muy interesante en el ámbito de aportar al estudio científico de cómo los seres humanos podemos impactar en la naturaleza, pero a partir de nuestras emociones y energías colectivas”.
LA ENERGÍA OCULTA DE LOS ÁRBOLES
Aunque aún queda mucho por investigar al respecto, se sabe que los árboles generan potenciales de voltaje, en el rango de los milivolts (mV) hasta 200 mV, medidos con electrodos puestos en sus troncos (como en este árbol de Quillay). Estos potenciales de voltaje son similares a los medidos a través de los electrocardiogramas en los seres humanos y otros animales.
En el caso de las plantas, los cambios en estos potenciales de voltaje son más lentos (horas y días) y muestran ritmos circadianos de 24 horas. También se sabe que estos ciclos son afectados por factores ambientales, tales como la luz del día y la cantidad de agua disponible.
Esta corriente eléctrica de los árboles genera un campo electromagnético (biofield), el que según piensan los científicos, podría interactuar con los campos electromagnéticos de las personas, de otros seres vivos y de la Tierra. De esta forma, este proyecto de ciencia ciudadana busca demostrar que la naturaleza es una sola red de campos energéticos que interactúan (de acuerdo a la llamada “Hipótesis de la interconectividad de los campos electromagnéticos”).
Una de las primeras preguntas de investigación de interés de los científicos del instituto HeartMath fue si estas respuestas eléctricas de los árboles, presentes en una región o en el planeta, se correlacionan con eventos que gatillan respuestas emocionales masivas en poblaciones humanas, tales como guerras, estallidos sociales y desastres naturales (pandemias, inundaciones, mega-incendios, etc.). Para ello, los investigadores comenzaron a hacer mediciones de los potenciales de voltaje en árboles ubicados en distintas partes del mundo, invitando a otras personas del globo a sumarse a esta investigación.
¿PREDICTORES DE TERREMOTOS?
Además del potencial de voltaje del árbol, los sensores realizan una segunda medición: el potencial de voltaje entre el tronco del árbol y el suelo donde crece. Con este parámetro de medición, el proyecto busca responder si los árboles pueden llegar a ser sensores de bajo costo para la predicción de terremotos.
El investigador de la NASA Friedemann Freund, quien está colaborando con esta iniciativa, postula que las rocas ubicadas en las profundidades de la tierra actuarían como grandes baterías cuando son estresadas por las fuerzas tectónicas de las placas en movimiento, que anteceden a los terremotos, lo que afectaría la actividad eléctrica de los árboles ubicados en el área de ocurrencia de un terremoto. Investigaciones realizadas en Japón han determinado la ocurrencia de cambios en los potenciales de voltaje de los árboles con días de antelación a la ocurrencia de un terremoto, pero aún es necesario profundizar en dichas investigaciones.
RED INTERNACIONAL
Actualmente, son 23 los árboles ubicados en todo el mundo en los que se han instalado estos sensores. “Esta colaboración nos permite relacionarnos a nivel internacional con investigadores que están trabajando en nuevas temáticas que estamos comenzando a levantar en el laboratorio, relacionadas con los servicios ecosistémicos culturales que nos brinda la naturaleza, entre ellos los árboles, y las relaciones recíprocas ser humano-naturaleza”, explica la académica del Departamento de Ecosistemas y Medio Ambiente de la FAIF, e investigadora principal del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES.
Como explica la profesora, en la UC no existe en estos momentos ninguna línea de investigación que esté abordando directamente los objetivos de interés del proyecto Tree Rhythms. “Por ello es interesante apoyar esta iniciativa y comenzar a levantar investigaciones asociadas con estos objetivos fundantes. Estas investigaciones, sin duda, son de carácter interdisciplinar”, afirma.
Y agrega: “En este sentido creemos importante contribuir desde la ciencia a ver cómo podemos aportar a relacionarnos de mejor forma con la naturaleza, rompiendo el paradigma del utilitarismo y de superioridad que hemos instalado en las sociedades occidentales particularmente desde la revolución industrial”.
Se trata, en suma, de una reconexión con la naturaleza. “Al refugiarnos en las grandes ciudades, desconectándonos tan dramáticamente de nuestro entorno natural, hemos facilitado la incidencia del estrés y todas las enfermedades físicas que este conlleva, además de los desequilibrios emocionales y finalmente sociales. El reencontrarnos con la naturaleza, permitirá reencontrarnos con nosotros mismos y desde ahí, construir modelos sociales y económicos realmente sustentables”, concluye la profesora Rosanna Ginocchio.