Marcelo Trivelli
Fundación Semilla
Cada víspera de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8M, surge la discusión del rol de los hombres en la causa feminista y de igualdad de género. La pregunta siempre latente es: ¿Puede un hombre ser feminista?
El dilema general se presenta no sólo respecto del feminismo, sino de todas aquellas causas en que se encuentran personas en situación de poder respecto de otras. ¿Pueden, desde esa posición abogar por la igualdad de derechos, la superación de los prejuicios, el fin de los privilegios y el trato igualitario entre personas pertenecientes a distintos grupos?
En cualquier sociedad, pertenecer o haber nacido en un grupo dominante por religión, raza, género, nivel socio económico y/o cultural, etc. no inhabilita a nadie para adherir a la causa de la justicia, pero debemos reconocer que es legítimo que se generen desconfianzas en los grupos oprimidos.
La lucha por la emancipación, es decir la liberación respecto de un poder, una autoridad, una tutela o cualquier otro tipo de subordinación o dependencia debe ser liderada por las y los sometidos y todo aquel que busca o tiene la convicción de rebelión, pero que no pertenece a esos grupos debe auto calificarse como aliado de la causa.
Ser aliado feminista requiere, como señala Lorena Fries, de Corporación Humanas, en primer lugar, asumir un proceso de autodeconstrucción. “Es decir, ser capaces de rechazar las masculinidades tóxicas. Buscar modelos de masculinidad que no sean el estereotipo del macho proveedor y violento, y ese es su trabajo”. Es un proceso largo con avances y retroceso en que la mejor contribución a la causa feminista es hacerlo a través de una transformación real en la vida diaria.
Si bien las nuevas generaciones han ido internalizando la igualdad de género, aún queda mucho por avanzar. La cultura patriarcal, de la mano con el conservadurismo, se han rearmado bajo el lema de que la causa feminista es una “ideología de género”; una construcción social y política que busca acceder al poder y contraria a la ley natural.
Para un hombre no es fácil ponerse en el lugar de una mujer en el ámbito de la violencia sexual. La violencia de género está normalizada en contextos escolares y es ahí donde hombres podemos ser aliados en la causa feminista.
Del 2° Estudio Sobre Violencias de Género en Contextos Escolares realizado por Fundación Semilla, sabemos que el 93% de las agresiones sexuales en el tramo etario de 14 a 17, son dirigidas a las mujeres; una mujer tiene 210% más probabilidad de recibir violencia sexual en los colegios, que un hombre y que los hombres heterosexuales es el grupo social que más violencia ejerce en las escuelas.
La primera línea del feminismo es de las mujeres. Los hombres tenemos un rol que podemos hacer bien, cuál es, ser críticos con nuestros pares haciéndoles ver cómo, en la cotidianidad van reproduciendo patrones patriarcales que van en detrimento de la igualdad de género.