Pbro. Dr. Mauricio Albornoz, decano de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas de la Universidad Católica del Maule.
El dicho popular dice que no hay muerto malo… y eso lo hemos podido comprobar en tantos discursos que acompañan la partida de alguien que hemos conocido: en funerales, y sepulturas, que anulan todas las miserias que la vida humana tiene, en pos de sobrevalorar las cualidades y virtudes de alguien que nos ha dejado, quizá en razón de los afectos que en esos momentos nos invaden. Cuando el fallecido es un Papa, uno pudiese pensar que destacar las virtudes es más evidente, y, sin embargo, resulta extraño que los medios de comunicación tiendan a destacar lo “malo” de la gestión de un Pontífice ya fallecido, que los atributos que su gobierno pudo haber tenido, o el conjunto de su vida entera.
La vida de Ratzinger no está exenta de detalles especiales. Su padre era un católico, que trabajaba en Baviera como gendarme, bien enterado de la situación de su país y de la Iglesia. Se comprometió en matrimonio con quien pudiera formar una familia con esos mismos principios. El pequeño Joseph nació un sábado de Gloria del año 1927 –víspera del día de la Resurrección-. El señor gendarme formó a dos varones, dos sacerdotes, el mayor músico, el menor teólogo, y una hija que dio muestras de serena virtud. Los formó para hacer frente a las dificultades que se les presentaron durante la Segunda Guerra Mundial y los forjó para toda su vida.
Benedicto XVI, ha concluido magistralmente una vida al servicio de la iglesia, con el estudio sereno de la doctrina, su pedagogía evangelizadora bien ponderada, como profesor universitario, cardenal y Papa. Su excelente virtud intelectual, destacada incluso por grandes intelectuales no creyentes, nos interpela en nuestro espíritu universitario y católico. El Papa teólogo se nos ha marchado el último día del año 2022, víspera de la festividad de la Maternidad de María. Cuánto hemos de agradecerle por su entrega a la verdad, entrega que quizá nunca podremos dimensionar en plenitud.
Su ejemplo cercano, de estudio serio, callado, humilde, abierto siempre a la Revelación y a la tradición de la Iglesia le ha transformado y transformará en uno de los Papas más destacados del siglo XXI en lo que a teología se refiere, y su huella comenzará recién a germinar para dar nuevos frutos intelectuales que nos acerquen a la verdad tan huidiza como permeable en el presente.
Al comenzar este nuevo año, quisiera recomendar la lectura de un excelente libro sobre la vida de este gran hombre: Benedicto XVI. Una vida, de Peter Seewald, basado en las numerosas entrevistas personales que el autor realizó durante años al Papa Emérito, hoy fallecido.
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